miércoles, 27 de mayo de 2009

LA FÁBRICA DE POETAS -Nº 17-


LA FÁBRICA DE POETAS - Nº 17-
revista virtual de poesía
27/05/2009
Coordina: Alejandra Menassa de Lucía
“Celebración” de Miguel Oscar Menassa.



UN HOMBRE PASA CON UN PAN AL HOMBRO

Con su andar de isla caribeña
menea el torso al son de la última parranda papayera.
Todavía el pantalón heredado por tres generaciones
arrastra los jirones dejando una huella indescifrable
en el recorrido tortuoso de sus pasos,
como antaño hicieron los antepasados.

Cabellera de musgo,
gesto embebido,
labios insolentes, frescos, apetecibles y furtivos,
sudor de mar,
manos de cal.

La fiesta se prolongó hasta el amanecer,
las primeras luces de la mañana iluminaron un relente reposado,
calle ungida a trompicones por el asfalto,
mezcla regurgitando aroma etílico y momentos de placer solapado.

Ese día el aire se desentumeció con los canturreos de la mañana,
y corrió un rumor de promesas
poco a poco diluidas por el calor húmedo de las almohadas.

Pasaba, con el albor del sol a la espalda,
como nadie y como otro,
lejano e impune, dueño de vida ajena,
recorriendo la cuesta en bajada con un pan al hombro,
y dejando que aquella pendiente, que aquello pendiente,
acechara el destino esquivo e incierto de su querido,
venero de cloaca, arrabal.

Susana Lorente


"Alegría de la vejez” de Miguel Oscar Menassa.



DE UN SOLO TRAGO

Levanto mi copa,

brindo por ti mujer,

por tus atardeceres rojos,

por tus noches de verde intenso,

por tu sonrisa espontánea , y el brillo de tu mirada.


Porque sí,

sin más razón que la de abrazar la vida,

por haber llegado hasta aquí,

al corazón del poema.

Carmen Parra


“Visión” de Miguel Oscar Menassa.

MORADORES DEL POLVO

Desnudas el poniente,
lo vacías de nubes, de viento y de bosques
para encontrar una certeza que no existe ya.
Buscador de palabras
resbalas
impasible
a orillas de la luz.
Te asomas a la noche
que se apoya sobre tu pecho
y te recorre
y te envuelve
y es tu propio dolor.
Buscas tu perdida languidez
entre los moradores del polvo.
Y ahora vas, traspasado difunto,
por las aguas ya desvanecidas.
Viajas hacia el esternón de tu memoria
y no percibes tu mano
detenida
sobre la inexplicable tierra.

Rosa Puchol

“Nacimiento” de Miguel Oscar Menassa.


TRAS LA TERNURA

Será la fina lluvia que envuelve tus caderas
El gris tremendo que roza tus pieles muertas
Las finas gotas de vida que golpean tus ojos
Serán las flores secas que viertes a los pies del charco.

Golpes y golpes de vida que crujen contra mis piernas abiertas
Velos carnosos que resbalan por la trenza eterna de la historia de amor plena
Cuentos sin final que avanzan día a día a la sombra de la espera.

Te amo con rodillas clavadas en la arena
Delgadamente bella la inmensidad que nos separa,
expresamente eterna, la condensación de nuestras almas.
Unión pura y perfecta, trabajo pleno de corazones fuertes
Amor furioso de caricias suaves de brotes que siempre empiezan.

Canto por ti mi alegría, por ti, por mí resuena
Elevo mi voz al vuelo de nubes blancas que en su vagar se estrellan
levanto con planta hueste de alas que se baten en despedida,
bienvenida tenue de almas que de nuevo se encuentran ensimismadas de caricias
amadas almas que rozan sus plumas de cariño inmenso.

Quiero que crezcas conmigo y sin mí en la quimera,
quiero que me hagas inmensa
nacer de tu ser unidos
cada madrugada nueva esperanza,
forjada de nuevas veredas.

Virginia Valdominos

“Más allá de los cuerpos” de Miguel Oscar Menassa.


ROTO EL SILENCIO

Me fui acostumbrando
ciegamente
al vaivén sonoro
derramado
con insistencia
sobre el pulido metal
inocente.
Un cálido rumor
de oscuros
vientos engendrados
en lo hondo
desemboca
momentáneo
sobre los ojos
cerrados
de una estrella.
Ponía en mi mano
la tierra
salvaje
de otras galaxias.
acariciaba
con ellas
la negrura última
de aquél sueño.
Pájaro
de infinito viento
cercando en su vuelo
este paisaje agrio
donde desvelo mis últimos ponientes.

Fernando Ámez

“Playa de abril” de Miguel Oscar Menassa.



Y TE CUBRIÓ LA ETERNA SOMBRA LARGA

La ceniza llueve sobre mis ojos
No me deja ver la eterna luz
Cubre mis pies en su viaje
Las rodillas son su meta
Acaricio la suavidad de su rostro
No veo la malicia de su progreso
Avanza en la suavidad de mi piel
Ya recubre los muslos de mi memoria
Embriaga con su suavidad mi pecho
Camina por el gris de los sentidos
Se estrecha, se ensancha
Cuando el color se arruga, se hace tenue el gris
Se hace tenue el rojo vivo
La sangre apenas se hace encarnada
Coagulo el alma antes de dejarte
Antes de partir, me permito decirte
Algún día cuando la rabia te abandone
Allí estaré, allí te espero.

M. Carmen García Mateos

“Floreciendo el amor” de Miguel Oscar Menassa.

viernes, 22 de mayo de 2009

LA FABRICA DE POETAS -Nº 16-

LA FABRICA DE POETAS - Nº 16-
revista virtual de poesia
20/05/2009

Coordina: Alejandra Menassa de Lucía


Cuadro: “Espejismos de la gloria” de Miguel O. Menassa
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YO SOPLO PARA APAGAR TUS OJOS


El desierto puso sobre la faz de tu mirada
el regreso, la luz y tu tez se abrió
los candiles dieron paso a la luz en la cueva.
Te di la mañana cuando me regalaste tu luz.
Cuando tus ojos cerraban su vida, otra vida
cobraba luz entre las bambalinas y la noche
cuándo tus ojos
cuándo tu belleza
cuándo la alegría de tu sonrisa
cuándo será poesía....
Soplo y un vendaval roza el imposible de tu paisaje
cierras los ojos y aparezco tal cual soy en tu mirada
encontrando el vacío de las cuencas infinitas.
En el vacío te muestras
presentando respeto al abismo.
Saludas la finitud, agradas a los bailarines vivos
mueres y sientes respeto por la vida futura
retuerces las palabras hasta encontrar líquido elemento
me muestras tus maldades donde sencillamente yo
no quiero seguir mirándote.

M. Carmen García Mateos
Cuadro: “Prudencia en la mirada” de Carmen Salamanca
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ME ASUSTA EL GRAN VACIO EN QUE ME MUEVO


Y no hay manera de que te sorprenda prevenido,
siempre se adelanta como una gacela ansiosa
sorteando el terreno incierto de nuestras esperanzas.
Este toro que bramaba antaño con la fuerza del tiempo,
trona derrocado su alma perdida con el dique de la nada.

Parecíamos tan frágiles como el esqueleto
del héroe que moría en mis brazos y tú,
palomita de la quietud maloliente,
no pudiste desvestir al santo
y hacerlo bajar como hombre
a comulgar con nuestros pecados.

¡Ven a compartir nuestro lecho
cuando los ojos se nos sequen
por no poder cerrarlos!,
¡Ven como pedazo de tierra inerte
aleada dolorosamente entre las cenizas!.

Me dijeron que este árbol era perenne,
que se podían escuchar las hadas cantar
en la quietud de los montes vacíos.
Mentira.

Se evapora un alma en las tinieblas del ocaso,
y cada día, bípedos hablantes
seguimos sin saber nada de ella,
recóndita, cercana,
como sabuesa instigadora en el sueño,
como el placer de un torrente de endorfina en el cuerpo,
vaticinando augurios, convirtiendo la belleza en un infortunio
.
Susana Lorente
Cuadro: “El sueño de Caronte" de Carmen Salamanca
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NO ME MIRES CON TANTOS FANTASMAS

Prendida en la retina, la nostalgia teje su red atrapando la palabra,

atravesando la endeble puerta de la mirada.

Escorada, sin apenas resistencia, te repliegas,

sin entrar en batalla.

Caminas entre fantasmas para no ver que ya no perteneces a la manada,

que te has ganado la libertad con el trabajo diario,

que ya cumpliste tu condena, y ahora estas en el bando

de los que siguen caminando para morir de viejos,

y sin otro oficio que el de vivir ,

y a ser posible escribir de cuando en cuando

para no hundirse sin haber amado.



Carmen Parra

Cuadro: “La pureza de Ariadna” de Carmen Salamanca
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EL AFÁN DE LA LUZ

Es el afán de la luz
un rumor impalpable de espectros
recostados sobre la sangre incolora.
Lamento hueco que se hace halcón,
ahora en vuelo, ya desaparecido.
Como serpenteante párpado
agoniza bajo el latido del río
¿el afán de la luz es el osario del pez o es mi abismo?

Es un vahído secreto que crece insidioso
en las extremidades indecisas del vértigo.
Las ilusiones se abisman,
tropiezan en un bache profundo.
Las palabras son amortiguadas
aunque brotan de los acordes sordos de la desesperación.

¿Dónde el afán de la luz? ¿dónde?

Podría desertar, huir de mí...
La belleza arañada podría no ser suficiente...
El afán de la luz, sus reflejos,
enjambres voluptuosamente enardecidos,
podrían extenderse
en el intersticio de cada amanecer…


Rosa Puchol


Cuadro: “El descanso del águila” de Carmen Salamanca
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SILENCIO DE CAL Y MIRTO

Dime con quién andas y te diré de qué pie cojeas,
huelen las entrañas de la muerte cuando te acercas a mí de improviso
y me tiemblan las fauces del lobo canino que me atrapa dentro
y me envenena de muérdago dulce de alcohol.

Mienten a veces los perros cuando aúllan a la luna de tus ojos
con alma desgarrada mienten mis odios cuando matarían tu nombre
cuando muerte dan a tu ser semblante rojo de luna llena
que arden mis venas mientras mi cuello asfixia al ecuador del mundo.

No salen las palabras a la luz de la vida.
Arden dentro y se queman bajo la prisión del odio escarlata
que presiona al hiato muerto de épocas tempranas
que nunca consiguieron el reconocimiento merecido de estrellas apagadas.

Estrella apagada muda y tibia como las ramas en flor que languidecen.
Que impotente de manos muertas que explicar no pueden al mundo,
su mundo, ruin y pequeño que pequeña le hace en los brazos sordos
en seres de desprecio que de amor llenan sus besos.

Desprecio, amor desprecio, eterno desdén sinfónico que atormenta mis deseos.
Apretuja mis cantos desesperados de melodía de brisa fresca
y no puedo, alcanzar no lo puedo, porque soy una mujer.
Una mujer podrida, una mujer venérea, vacía de piedad.

Tiemblo y me incluyo en lo más profundo del cadáver muerto.
Al que yo misma doy muerte,
al que yo misma entierro en mi agujero
En el dolor de este alma ajada.
En el odio de lacayo muerto, que nunca llegará a ser vivo
En su mundo infinito de desprecio
en el paraíso de cal y mirto.

Virginia Valdominos
Cuadro: “Buscando a Eurídice” de Carmen Salamanca
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ETERNO PASAJERO


Ese vacío triste
dibujado pretérito
entre raíces de niebla
turba con divisoria extrañeza
el silencio ciego
enmarañado como una flor
antes de la coloración
del alma sin sombra.
Una ráfaga venida
del misterio
señala impune
la dirección penúltima
que traspasa viejos castillos
sumidos en olvido
y anuncia en mi piel
un remate plausible
que acalora mi sangre.

Ligero trasnochar
por pasarelas incólumes
enterradas al vacío,
sinuosos caminos
donde el viaje desentraña
preludios lejanos
donde van quedando
ciudades con olores irrevocables.

Pasajero sin fe y sin mirada,
camino hacia el oriente
palpitar inmóvil
depositado en tus ojos
aquella mañana ciega
donde la aurora anunció
la partida final.


Fernando Ámez Miña

Cuadro: “El reino de Psique” de Carmen Salamanca
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